Nankurunaisa «Con el tiempo se arregla todo»

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«La palabra “Nankurunasia” ha cobrado cierta popularidad porque funge como un mantra. Esta palabra proviene del antiguo Japón. En principio tuvo un significado que se expresaba así: “Nunca olvides quien eres y vive por hoy y por el mañana, que jamás se te olvide sonreír y por terrible que haya sido tu día recuerda que el próximo día el sol te recibirá con una gran sonrisa, tú haz lo mismo”.

Con el tiempo, este amplio significado se sintetizó. También se matizó para expresar un deseo, pero también una afirmación contundente. Actualmente su significado es: “Con el tiempo se arregla todo. Es un bello mensaje, lleno de poder».

En nuestro día a día, cual realidad recurrente, intento decir la palabra de memoria y me descubro totalmente incapaz. Con  el papel en mano, no crea que mejora la cosa. Trastabillo el kurunaisa, el kurunisai  o el karavanserai y, para colmo,  interiorizar su significado…eso si que es un mantra o casi diría un milagro.

 ¿Quién tiene fuerzas para detenerse a pensar ,cuando estás atravesando una situación muy delicada, que todo se va a arreglar? 

Ese momento en el que acabas de perder tu trabajo. Has suspendido un examen muy importante. No puedes hacer frente a las facturas, incluida la de la luz tanto nos está exprimiendo en estos momentos. Has perdido tu casa. Tienes enfermos. No puedes pagar el préstamo que tan alegremente te concedió el banco. Te repugna la situación política que están imponiendo los talibanes en su territorio. Acabas de tener una gran decepción de la persona en quien habías depositado tu confianza, etc, etc, etc.

 Hace falta una carga importante de estabilidad emocional para contenerte cuando alguien de forma delicada y de puntillas, con todo su buen corazón, te susurre al oído: «nankurunaisa».

 En ese mismo momento, como si hubiera recibido una descarga eléctrica, los ojos se me abren cual platos de pescado. Se me empieza a agarrotar mi cuerpo.- La palabra me suena porque la he leído unas cuantas veces, pero que te la digan en este preciso momento en el que no estoy para nada ni para nadie…

La palidez instalada desde hace tiempo  en mis mejillas empieza a coger color. Ese color que se va intensificando como si la descarga recibida tuviera que salir por alguna parte de mis poros y opta por tensar los músculos desde el pelo hasta las uñas de los pies. Instintivamente y, como si fuera a hacer un movimiento de kárate, (lo digo por el contexto geográfico de la palabra), me voy girando lentamente. Muy lentamente. Acompaso todo mi cuerpo cual bloque de cemento armado. Compacto.

 Repito para mis adentros, ¿nankurunaisa?  y me auto confirmo que justamente es lo que acabo de oír. 

El cerebro continúa asimilando el sonido que como eco resuena en mis tímpanos. El movimiento siguiente es arrugar el entrecejo. Depende del oído en el que me haya sido susurrado me giro a la derecha o hacia la izquierda. No a ambos lados como si se tratara de una inercia, porque perdería intensidad la ira que estoy gestando de forma exponencial. Los ojos se me van achicando y los dientes apretando.  La cabeza entera actúa de forma mecánica como si se tratara de un elemento ajeno al cuerpo. Presiento que los puños se van contrayendo bajo un estado poco difuso entre el cabreo y las ganas de hacer desaparecer a alguien con un chasquido de pulgar y corazón. Violencias aparte.

¡Pues no!

 No nos preparan para entender y asumir las situaciones adversas con las que tenemos que convivir y en muchos casos sobrevivir.  A pesar de los avances conseguidos en estos momentos, resultan totalmente insuficientes para salvaguardar una sociedad más humana. Nos sustituyen por máquinas en el trabajo. Convivimos con el dolor de nuestro prójimo sin empatizar mínimamente, giramos la cabeza o cambiamos de canal ante la desgracia ajena. No nos imaginamos cuántas situaciones complejas viven aquellos que viven pared con pared nuestra. Somos ajenos a lo que ocultan detrás de unos silencios o unos ojos apagados. O de aquellos que dicen no tener ningún tipo de problema, para que no indaguemos.

Pensemos de quién depende que nuestros hijos tengan un futuro esperanzador al que agradecer el haber sido concebidos con la idea de ser felices y no para recibir un mundo inhóspito y deshumanizado. 

Repitamos de nuevo NANKURUNAISA, para que nunca olvidemos quienes somos. Para que nuestro mundo sea el de todos. Disfrutemos el presente para que el mañana sea lo que esperamos. Sonríe. El sol sale todos los días. Una sonrisa tuya es tal vez lo único que necesitan los ojos que te miran.

Agradezco la colaboración de la pintora Sonia Sala que ha cedido a este blog su lámina elaborada con la técnica japonesa Suminagashi -tinta flotante.

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