Se imaginan ustedes que al ritmo que vamos, en algunos aspectos, podamos alquilar miles de cosas que ni siquiera podamos imaginar. ¿tal vez ya se esté dando en algún recóndito lugar o a la vuelta de la esquina?
Se me ocurre que podamos alquilar casas. ¡Ah no, esto ya está!
Se me ocurre que podamos alquilar mascotas. ¿Esto se está dando ya?
¿Es posible que la mente inocente de un niñ@ pudiera pedirle a sus padres que alquilen un abuelo o abuela para celebrar «el día de los abuelos»?
No todos tienen la suerte de crecer junto a los cómplices de sus batallas por salvar mascotas encontradas en la calle o por no querer comer verduras o por tomarse un helado a espaldas de su madre que siempre está ojo avizor. Hay niñ@s que no conocen a sus abuelos porque viven muy lejos, o porque las relaciones familiares están rotas o porque no se disfruta de una vida relacional sana. Y es triste. Muy triste.
En el desarrollo humano tenemos perfiles que son insustituibles, da igual el tipo de familia que se trate, pero los abuelos siempre deben existir. Conforman un idioma diferente que se transmite en miradas, en risas traviesas, en un llevarse el dedo índice a la boca para guardar silencio cuando toda la casa huele a compota de manzana, en curar las heridas de las rodillas con un beso.
La mirada de los abuel@s al bebé recién nacido ya está creando un vínculo de amor eterno, y eso lo deberían tener todos los niñ@s del mundo.