El guardia golpeó con prudencia la débil puerta de la primera de las 6 viviendas alquiladas de aquel modesto edificio situado en los suburbios de Carlise y gritó con su voz cavernosa “Abran a la autoridad”. Se dispuso de nuevo a golpear la puerta cuando ésta se abrió ligeramente y apareció la carita de una niña, cuyos ojos saltaban de uno a otro entre los miembros del grupo de trabajo. El guardia procedió a empujar despacio la puerta y la niña, al ver acercarse a ese hombre enorme, vestido con su uniforme y su casco, desapareció en la habitación. El guardia abrió completamente la puerta y un hedor oscuro, profundo, de humores antiguos, humedad, orines y, sobre todo, de miseria, salió a recibirles y les envolvió. Rápidamente el doctor John Heysham y sus acompañantes, su joven ayudante y el guardia, cubrieron sus bocas con pañuelos y entraron en el miserable cuartucho. En el centro del mismo había una estufa de hierro fundido encendida, que caldeaba la habitación. La chimenea se perdía por un agujero en el techo por el que revocaba el humo, señal de que la chimenea hace años que pedía una limpieza. Sobre la estufa y a la luz de una lámpara de aceite, un guiso se cocinaba al cuidado de una anciana.
El “Sr. John Brown” preguntó el doctor Heysham dirigiéndose a la mujer que cocinaba. Falleció contestó esta sin dirigirle la mirada. Y su esposa, su familia, sus hijos, insistió el doctor. La cocinera levantó la vista y señaló con la barbilla hacia un rincón de la habitación. En la penumbra, bajo una palmatoria con una pequeña vela cuya luz apenas podía atravesar la densidad de la atmosfera, había un camastro sobre el que yacía una señora que tosía levemente y, sentada a sus pies, la niña pequeña que había salido a recibirles les miraba asustada. El doctor se acercó a la señora, levantó la tela que la cubría, pequeñas manchas rojas que se extendían desde el centro del cuerpo, temperatura muy elevada, la mujer temblaba por la fiebre, estaba claro, “Jail Fever” exclamó el doctor, “hemos llegado al origen, aquí empezó la epidemia”.
Su joven ayudante clamó elevando en una pregunta que dirigía más a la humanidad que al propio doctor: ¿cómo pueden vivir así, sin ventanas, sin ventilar?
El doctor le miró y respondió lentamente: La pobreza, no pueden pagar el impuesto a las ventanas.
¿Ni siquiera un agujero para poder ventilar? Insistió el ayudante
Ni siquiera – respondió el doctor. Más de 50 muertos en esta comuna y quién sabe cuántas más en todo el reino por ese estúpido impuesto.
Hampton Court Palace, sudoeste de Londres, primavera del año 1696.
Su majestad, el rey Guillermo III de Inglaterra y II de Escocia, se asomó al gran ventanal que desde su espalda dejaba pasar una tenue claridad en el salón del trono. Le gustaba la vista desde el Hampton Court Palace, especialmente a primera hora de la mañana, cuando el campo apenas se había despertado. Los jardines caían suavemente hasta alcanzar el Támesis, que apenas se dejaba ver entre los árboles de la rivera. Mirando hacia la izquierda, en las cuadras, se empezaba a ver algo de actividad. Los pequeños estanques, los setos, los parterres, todavía dormían, mientras poco a poco la luz de la mañana se iba filtrando entre los árboles. Ese día, como tantos otros en la triste primavera londinense, las nubes y una densa y suave lluvia mantenían apagados los ánimos y retrasaban el momento de empezar la jornada.
“Su Alteza” llamó, con prudencia, Lord Godolphin.
El General Lord Godolphin, Tesorero real, se había mostrado como un eficiente gestor de las finanzas públicas y una persona en quien confiar.
Alteza, debemos tomar una decisión, el Tesoro real está en una situación muy delicada. – apuntó Lord Godolphin- La Guerra con Francia demanda cada vez más recursos, la reacuñación de las monedas nos han dejado sin recursos y todavía tenemos que hacer frente a los gastos pendientes de la Gloriosa.
La Guerra era necesaria, reflexionó el rey Guillermo. Tenía que evitar el expansionismo de Francia y, de paso, evitar un posible apoyo de Francia a una restauración de su predecesor, Jacobo II, en el trono. La Revolución Gloriosa le había permitido arrebatarle el trono a su tío y suegro Jacobo y no podía mostrar debilidad ahora.
¿Podría emitirse más moneda? – preguntó el rey sin retirar la vista de los jardines.
Lo siento, Alteza, pero ya hemos hecho varias emisiones y los precios están subiendo de manera alarmante. – Indicó Lord Godolphin, como ya había hecho en otras ocasiones, para concluir, adelantándose a lo que podría indicar su Majestad. – Tampoco podemos emitir más bonos, estos ya no cuentan con la confianza de los posibles inversores.
La situación de las finanzas reales era muy delicada, la revolución gloriosa y las posteriores guerras jacobitas de los seguidores de Jacobo en Irlanda y Escocia habían vaciado las arcas públicas, la Guerra contra Francia requería cada vez más fondos, la deuda nacional era cada vez más alta, lo que les había llevado en varias ocasiones a emitir bonos y a acuñar nueva moneda, lo que provocó su pérdida de valor y el crecimiento de la inflación, que estaba dificultando la vida de muchos de sus súbditos.
Tras un breve silencio Lord Godolphin concluyó – Tan solo nos queda aumentar la recaudación – tragó saliva, como si tuviera miedo a decir lo que todos sabían – subir los impuestos.
Debemos ser muy cuidadosos – apuntó Mr. William Bentinck – Hemos tenido una gran oposición al impuesto al hogar y a las estufas. El pueblo no permitiría otra vez a los hombres chimenea entrando en las viviendas para contar el número de estufas y hogares que tenían, el parlamento no lo aprobaría.
Guillermo era consciente de la importancia del Parlamento. La revolución gloriosa de 1688 supuso no solo no solo su acceso al trono en lugar de su tío Jacobo, sino también el fin de la monarquía absoluta y el triunfo del parlamento, que tenía un papel cada vez más importante en la toma de decisiones y tenía el derecho de aprobar leyes, imponer impuestos y controlar el gasto público.
Guillermo volvió la cabeza hacia su querido Mr. William Bentinck, conde de Portland, quien siempre había estado a su lado, en los momentos más difíciles del exilio y la posterior revolución gloriosa. El silencio se hizo pesado, el gran salón se mostraba todavía oscuro y frío, a pesar del gran fuego en el hogar del fondo. Por las grandes ventanas empezaba a entrar una tenue claridad. El rey volvió su vista hacia los jardines, el río, los criados que empezaban a circular por los caminos. Las densas nubes con las que había amanecido iban, poco a poco, despejándose, dejando pasar los primeros rayos de un sol tímido que, poco a poco, se atrevían a entrar por las ventanas e iluminar débilmente la gran sala.
¡Las ventanas! – Una voz clamó desde el fondo de la sala – Las ventanas, cómo no se nos había ocurrido antes – continuó ya más calmado.
Guillermo torció levemente la cabeza hacia el origen de aquella voz, casi un grito.
Disculpad, majestad, pero … – Dudó.
¡Proseguid! – urgió El Rey Guillermo dirigiéndose a Mr. Somers, de quien su majestad siempre había apreciado su gran talento y su influencia en el parlamento como líder de los liberales del partido Whig, lo que le había motivado a nombrarle ministro principal.
Su Alteza. Necesitamos más recursos – empezó Mr. Somers – pero no podemos entrar en las viviendas de los ciudadanos ni inmiscuirnos en sus asuntos privados, y queremos un impuesto que grave en mayor medida a los más ricos y poderosos. Podemos poner un impuesto a las ventanas.
¿cómo? – Preguntó extrañado Lord Godolphin.
Explíquese – Le urgió el rey Guillermo.
Sí, con la venia, su majestad – Continuó Mr. Somers – Los más ricos viven en casas más grandes y, por tanto, tienen más ventanas, y las ventanas se pueden ver desde el exterior, por lo que no es necesario entrar en las propiedades privadas de los ciudadanos ni revisar la evolución de sus ingresos. Basta con contar el número de ventanas y poner una tasa a las mismas. Si una persona mejora sus ingresos, cambiará a una casa mayor, que tendrá más ventanas y pagará, por tanto, un mayor impuesto.
¿Qué opináis, Lord Godolphin? – Preguntó el rey .
Puede funcionar, majestad. – respondió el Tesorero Real tras pensarlo durante unos momentos – Puede diseñarse un impuesto en el que paguen más los ricos que los pobres sin tener que entrar en sus viviendas ni indagar sobre sus negocios o ingresos. El Parlamento podría aprobarlo.
¿Querido William? – inquirió el rey dirigiéndose al conde de Portland.
Creo que podemos hacerlo, Majestad. Por supuesto, sería algo temporal, hasta que las finanzas públicas se sanearán. – contestó el conde de Portland.
Está bien, procedan. Muchas gracias, pueden retirarse – Concluyó el rey, dirigiéndose de nuevo hacia la ventana, por la que entraba un sol ya más animoso, que se abría paso entre los racimos de nubes cada vez más dispersos, mientras reflexionaba, con una ligera sonrisa en los labios. ¿Cuánto me tocaría pagar a mí por este palacio si los reyes pagásemos impuestos?
El impuesto sobre las ventanas
El impuesto sobre las ventanas, Window Tax, se implementó en Inglaterra y Gales en el año 1696, y en Escocia en 1748. Se pretendía que fuera un impuesto progresivo, con un mayor impacto cuanto mayor fuera el poder adquisitivo del sujeto, medido a través del número de ventanas. De esta forma, se diseñó un impuesto con dos partes: las casas con un número menor de ventanas, inicialmente diez, estaban sujetas a un impuesto de vivienda de 2 chelines, pero exentas del impuesto sobre las ventanas. Las casas con entre 10 y 20 ventanas tenían que pagar 4 chelines más y las casas con más de 20 ventanas, pagarían 8 chelines adicionales. Por lo tanto, en teoría, los más pobres, que normalmente vivían en casas más pequeñas y, por tanto, con menos ventanas, pagaban menos impuestos.
El primer problema surgió a la hora de aplicar el impuesto. Como la legislación no definía qué se entendía por ventana, se consideraba que cualquier hueco en la pared era una ventana, llegando a considerar como tal las rejillas de ventilación de los almacenes, lo que provocaba un incremento de los impuestos.
Además, el impuesto no consiguió el nivel de progresividad que se pretendía. La relación entre el número de ventanas y la riqueza del propietario de la vivienda funcionaba adecuadamente cuando se aplicaba en zonas rurales, pero no así en las ciudades, donde las familias trabajadoras no solían vivir en casas individuales, sino en grandes edificios de viviendas, muchas veces de un único propietario que subdividía el edificio en viviendas más pequeñas que arrendaba a las clases más humildes, por lo que, a efectos del impuesto, se consideraban una sola casa y, por lo tanto, estaban sujetos una importante carga impositiva, que los propietarios repercutían a los residentes en forma de alquileres más elevados.
Pero otra consecuencia inesperada y más grave fue que, con objeto de evitar este impuesto, los ciudadanos empezaron a tapiar las ventanas, con objeto de no llegar al límite fiscal de 10 ventanas, llegando en algunos casos, a tapiar la totalidad de ventanas y orificios de las paredes, quedando las viviendas sin ventilación. Las nuevas viviendas se construían también con menos ventanas, para reducir el impacto del impuesto. Esta falta de ventilación propició la aparición de varias epidemias como disentería, gangrena y tifus. En un caso de una epidemia de tifus, el Dr. John Heysham, que había destacado por el uso de la estadística en la medicina, rastreó los orígenes del brote hasta una casa habitada por seis familias pobres, y describió la vivienda de esta manera:
- Para reducir el impuesto sobre las ventanas, los pobres tapiaron todas las ventanas de las que podían prescindir y se eliminaron así todas las fuentes de ventilación.
- El olor en esta casa era abrumador y ofensivo hasta un grado insoportable. No hay evidencia de que la fiebre fuera importada a esta casa, pero se propagó desde ella a otras partes de la ciudad y murieron 52 de los habitantes.
Se establecieron algunas exenciones, como a determinadas fábricas, oficinas públicas o por la presencia de personas enfermas, pero estas exenciones estuvieron sujetas a polémica, pues las familias más adineradas podían justificar que alguno de sus miembros estaba enfermo y, por tanto, reducir la cantidad de impuesto que tenían que pagar.
Este impuesto, que nació con ánimo de ser temporal, se prolongó hasta 1851, 155 años después de su promulgación, cuando se sustituyó por un impuesto sobre la vivienda. Un impuesto similar sobre las ventanas también se aplicó en Francia en 1798 hasta 1926.
Contrasta el impuesto sobre las ventanas con la protección que da la legislación inglesa al derecho de los propietarios a la iluminación natural, mediante ley de propiedad inglesa “Ancient Lights”, norma jurídica que tiene su origen en la Inglaterra en 1663 y que fue reemplazada por la Prescription Act. de 1832. Según esta regla del derecho consuetudinario, si una persona ha tenido una ventana o abertura en su edificio durante 20 años sin interrupción, tiene derecho a impedir que su vecino construya algo que bloquee la luz que entra por esa ventana, y la vivienda que disfrutaba de este derecho se señalaba mediante el cartel «Ancient Lights», cartel que se sigue viendo todavía en edificios de Inglaterra.
Conclusión
Los impuestos provocan alteraciones, muchas veces inesperadas, en el comportamiento de los agentes implicados frente a lo que ocurriría en un mercado libre sin impuestos, y en muchas ocasiones esas distorsiones suponen ineficiencia y pérdidas de recursos. El “impuesto sobre las ventanas” es un claro ejemplo de estas distorsiones, pues provocó pérdidas para la sociedad, en forma de viviendas más oscuras, menor ventilación e incluso con afectaciones negativas para la salud, principalmente de las clases más desfavorecidas, que en teoría son las que menos iban a pagar. Sin embargo, a pesar de todos los problemas y a que se planteó como algo temporal, el impuesto estuvo vigente durante 155 años y tuvo incluso aumentos importantes de las tasas. La razón está, junto con otros incrementos impositivos, en las elevadas necesidades presupuestarias de los gobiernos de la época, motivadas en ocasiones por elevados gastos militares. Como indican los autores Wallace Oates y Robert Schwab en su estudio, “Tal vez la lección aquí sea que, cuando los gobiernos necesitan recaudar ingresos significativos, incluso un impuesto muy malo puede sobrevivir durante mucho tiempo”
“The adage ‘free as air’ has become obsolete by Act of Parliament. Neither air nor light have been free since the imposition of the window-tax. We are obliged to pay for what nature lavishly supplies to all, at so much per window per year; and the poor who cannot afford the expense are stinted in two of the most urgent necessities of life.” — Charles Dickens
“El adagio “gratis como el aire” ha quedado obsoleto por una ley del Parlamento. Ni el aire ni la luz han sido gratuitos desde que se impuso el impuesto a las ventanas. Estamos obligados a pagar por lo que la naturaleza nos proporciona generosamente a todos, a un precio determinado por ventana y por año; y los pobres que no pueden afrontar el gasto se ven privados de dos de las necesidades más urgentes de la vida”. — Charles Dickens
Notas complementarias
Contexto político:
El reinado de Guillermo III fue un período de gran transformación política en Inglaterra. El poder del rey estaba cada vez más limitado por el creciente poder del Parlamento, lo que sentó las bases para el desarrollo de la monarquía constitucional en Inglaterra.
La Revolución Gloriosa llevó al trono a Guillermo III frente a su tío y también suegro Jacobo II, lo que supuso el fin de las monarquías absolutas en Inglaterra y estableció la supremacía del Parlamento.
Destaca el “Bill of Rights” o Carta de Derechos de 1689, que pretendía limitar el poder del monarca y establecer las obligaciones y los deberes respectivos del Rey y el Parlamento, así como defender ciertos derechos fundamentales a los ciudadanos. John Somers fue el presidente del comité que redactó esta Carta.
De esta forma, el Parlamento se convirtió en el órgano más poderoso del gobierno y comenzó a desempeñar un papel cada vez más importante en la formulación de políticas.
Estructura Básica del Gobierno
El núcleo del gobierno durante el reinado de Guillermo III estaba compuesto por:
- El Rey: Guillermo III, como monarca, era la figura central del gobierno. Tenía el poder ejecutivo y era el jefe de Estado. Sin embargo, su poder estaba cada vez más limitado por el Parlamento.
- El Parlamento: Compuesto por la Cámara de los Lores (nobleza) y la Cámara de los Comunes (elegida por los propietarios), el Parlamento tenía un papel cada vez más importante en la toma de decisiones. Tenía el poder de aprobar leyes, imponer impuestos y controlar el gasto público.
- El Gabinete: Aunque el término «gabinete» no se usaba en ese momento de manera formal como lo es hoy, un grupo de ministros asesoraba al rey en asuntos de Estado. Estos ministros, a menudo miembros del Parlamento, eran responsables ante el rey y, en cierta medida, ante el Parlamento
La Situación Económica de Inglaterra en Tiempos de Guillermo III
El reinado de Guillermo III de Inglaterra supuso importantes desafíos económicos.
- Guerra de los Nueve Años: Uno de los principales desafíos económicos fue la Guerra de los Nueve Años (1688-1697), un conflicto europeo de gran envergadura en el que Inglaterra se vio involucrada. Esta guerra generó una enorme deuda nacional, ya que requirió de un gran esfuerzo financiero para mantener un ejército y una flota.
- Deuda Nacional Creciente: La guerra, combinada con otros gastos gubernamentales, llevó a un aumento significativo de la deuda nacional. El gobierno inglés tuvo que emitir bonos y buscar otras formas de financiamiento para cubrir sus gastos.
- Inflación: La emisión de moneda para financiar la guerra y otros gastos contribuyó a un aumento de la inflación, lo que erosionó el valor de la moneda y dificultó la vida de muchas personas.
- Comercio Internacional: A pesar de los esfuerzos por promover el comercio, Inglaterra enfrentó competencia de otras naciones europeas y de las colonias. Los aranceles y las restricciones comerciales también limitaban el crecimiento económico.
Para hacer frente a estos desafíos, el gobierno inglés puso en marcha una serie de medidas económicas, entre las que destacan la fundación, en 1694, del Banco de Inglaterra, con el objetivo de prestar dinero al gobierno y estabilizar la moneda, y con capacidad para emitir billetes; la reforma del sistema monetario para controlar la inflación y estabilizar la moneda, y medidas para promover el comercio, como la creación de compañías comerciales y la negociación de tratados comerciales.
A pesar de las dificultades económicas a las que tuvo que hacer frente, el reinado de Guillermo III sentó las bases para el crecimiento económico de Inglaterra en el siglo XVIII. La creación del Banco de Inglaterra y las reformas financieras contribuyeron a desarrollar un sistema financiero más sólido y estable. Además, la guerra contra Francia, aunque costosa, debilitó a Francia como potencia comercial y permitió a Inglaterra expandir su influencia en el comercio mundial
Personajes:
- Doctor John Heysham: Doctor en medicina, fue un distinguido médico y estadístico inglés. Sus contribuciones al campo de la medicina y al análisis de datos estadísticos fueron significativas. Estableció su consultorio en Carlisle, Cumberland, donde también inició el primer dispensario para pobres. Destaca su aproximación estadística a la medicina; a partir de 1779, registró meticulosamente los nacimientos, matrimonios, enfermedades y muertes en Carlisle durante una década. Estos registros fueron utilizados más tarde por Joshua Milne en 1815 para crear la «Tabla de Carlisle», una tabla de mortalidad que se convirtió en referencia. En 1781 realizó un seguimiento de todos los fallecidos por “fiebre carcelaria” hasta encontrar lo que consideró el origen de la infección.
- Rey Guillemo III de Inglaterra y II de Escocia: Rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda desde 1689 hasta su muerte el 8 de marzo 1702, gobernando junto a su esposa, María II. Fue también príncipe de Orange entre de 1650 a 1702. Accedió a la corona gracias a la Revolución Gloriosa.
- María II, su esposa: María era su co-regente, esposa y prima. Juntos compartieron el trono y trabajaron en estrecha colaboración, especialmente en los primeros años del reinado, y hasta su muerte el 28 de diciembre de 1694.
- Ministro William Bentinck: También conocido como el conde de Portland, Bentinck fue uno de los más cercanos colaboradores de Guillermo. Lo acompañó en su exilio y jugó un papel
crucial en la Revolución Gloriosa. Su lealtad y conocimiento de los asuntos políticos lo convirtieron en un consejero indispensable. - John Somers: Un jurista y estadista de gran talento, Somers fue un miembro clave del partido Whig y desempeñó un papel importante en la redacción de la Declaración de Derechos. Su inteligencia y moderación lo hicieron un valioso aliado para Guillermo, que lo nombró, entre otros cargos, primer ministro de Inglaterra entre 1696 y 1700, así como líder del grupo de influyentes liberales whigs.
No consta que fuese John Somers quien propusiera el impuesto sobre las ventanas y aquí se plantea como una licencia literaria. - General Godolphin: Este experimentado militar y político sirvió como Lord Tesorero durante el reinado de Guillermo y Ana. Su habilidad para manejar las finanzas del reino y su lealtad al monarca lo convirtieron en una figura influyente.
Localización
El rey Guillermo III de Inglaterra tenía varias residencias oficiales, pero sus principales lugares de residencia eran:
- Palacio de Kensington: Ubicado en Londres, este palacio se convirtió en su residencia principal y fue donde falleció en 1702. Hoy en día, es uno de los palacios reales más conocidos y visitados de Londres.
- Palacio de Hampton Court: Otro palacio real cerca de Londres, que Guillermo III también utilizaba como residencia y como lugar para realizar asuntos de Estado. Es donde se ha situado el supuesto gabinete donde se decidió la implantación del impuesto sobre las ventanas.
- Palacio de Whitehall: Aunque este palacio había sido tradicionalmente la residencia principal de los monarcas ingleses, Guillermo III lo utilizaba con menos frecuencia debido a su estado de deterioro.
Enfermedades
Hasta el desarrollo de la medicina moderna, las condiciones de vida insalubres provocadas por la pobreza, la falta de limpieza y de ventilación provocaron la propagación de numerosas enfermedades como la disentería o el tifus, también llamado en Inglaterra “jail fever”.
Para saber más.
- Oates, W. E., & Schwab, R. M. (2015). The window tax: A case study in excess burden. The Journal of Economic Perspectives, Volume 29, Number 1: 63–180.
2. UK Parliament. Window tax: https://www.parliament.uk/about/living-heritage/transformingsociety/towncountry/towns/tyne-and-wear-case-study/about-the-group/housing/window-tax/
3. Xataka: https://www.xataka.com/magnet/hace-siglos-existio-impuesto-a-ventanas-estos-restos-arquitectonicos-ley-calamitosa
4. El Economista: https://www.eleconomista.es/podcasts/noticias/12250661/04/23/el-impuesto-a-las-ventanas-en-inglaterra-que-provoco-epidemias-de-tifus-o-colera.html
5. Don’t block the daylight – our right to ancient lights: https://sheffielder.net/2021/09/01/dont-block-the-daylight-our-right-to-ancient-lights/
6. Ancient Lights. https://mimisawhney.com/2024/05/18/ancient-lights/
David Valle Rodríguez.
Responsable comisión de economía de NEXO
Socio fundador Nexo Plataforma