EL DIFÍCIL ARTE DE VIVIR DE LA ESCRITURA
Vivir de la escritura es una de esas quimeras románticas que seducen a muchos y se concretan para pocos. Desde fuera, puede parecer que escribir —con pasión, talento y disciplina— debería bastar para abrirse paso en el mundo editorial o en la autopublicación. Pero la realidad es menos idealista: publicar y sostenerse económicamente con las propias obras exige no solo escribir bien, sino también navegar una industria que combina exigencia, indiferencia y azar.
El mito del escritor bohemio
Durante siglos, la figura del escritor ha estado envuelta en un halo de bohemia, genialidad y sufrimiento. Se glorifica la precariedad, como si vivir al límite fuera una credencial de autenticidad. Esta idea romántica ha calado hondo: se espera del escritor que se consagre a su arte por encima de todo, incluso de su sustento. Pero en la práctica, escribir sin estabilidad económica no es poético, es agotador.
La mayoría de los escritores no vive de sus libros. Viven de trabajos paralelos: docencia, traducción, corrección de textos, periodismo, contenido web, talleres literarios. La escritura propia —la que nace de una necesidad interna, la que no responde a encargos ni algoritmos— queda para las noches, los fines de semana o los ratos robados al descanso. El tiempo, tan necesario para crear, se convierte en un bien escaso.
Publicar no es el final, sino el inicio de otra lucha
Quien logra terminar un libro y decide publicarlo, se enfrenta a una nueva batalla: encontrar una editorial dispuesta a apostar por su obra o asumir los riesgos de la autopublicación. En ambos casos, la visibilidad es un desafío monumental. El mercado editorial está saturado y condicionado por tendencias, nombres consagrados y rentabilidad. Las editoriales pequeñas —las que aún apuestan por voces nuevas— tienen recursos limitados. Las grandes, salvo excepciones, prefieren invertir en lo seguro.
La autopublicación, por su parte, ofrece libertad, pero exige habilidades que no todos los escritores tienen ni desean desarrollar: diseño, marketing, distribución, redes sociales. Se espera que el autor sea también empresario, gestor de marca, community manager. Y aun haciendo todo bien, el alcance puede ser mínimo si no se cuenta con una audiencia previa o una inversión significativa en promoción.
Escribir para gustar o escribir desde la autenticidad
En este contexto, muchos escritores enfrentan una disyuntiva difícil: escribir lo que vende o escribir lo que verdaderamente desean contar. Las modas editoriales, los géneros comerciales y los algoritmos de plataformas como Amazon influyen en lo que se escribe y se publica. Algunos ceden, adaptan su voz, ajustan sus tramas. Otros resisten, aunque eso implique permanecer en la sombra.
La autenticidad tiene un precio. Contar historias incómodas, explorar formas narrativas poco convencionales o rechazar los finales complacientes puede alejar a lectores potenciales. Pero también puede, eventualmente, atraer a los lectores correctos: aquellos que buscan algo más que entretenimiento pasajero. El problema es que ese “eventualmente” muchas veces nunca llega, o llega tarde, cuando ya se ha perdido la esperanza o el tiempo para intentarlo de nuevo.
El reconocimiento tardío y la trampa de la validación externa
No son pocos los escritores que alcanzan cierto reconocimiento solo después de muchos años, cuando sus obras han acumulado polvo o cuando una circunstancia fortuita los pone en el radar. Hay quien publica su primer libro a los cincuenta, y quien muere sin ver su obra valorada. El éxito, en literatura, rara vez es inmediato. Y cuando lo es, a menudo responde más a estrategias de marketing que a méritos literarios.
Este retraso en el reconocimiento puede tener consecuencias devastadoras. Porque escribir es, en buena medida, un acto de fe: uno se sienta frente a la página en blanco con la convicción —o la esperanza— de que lo que tiene que decir vale la pena. Cuando esa esperanza se erosiona por la falta de respuesta o apoyo, continuar escribiendo se vuelve cada vez más difícil. No por falta de talento, sino por desgaste emocional.
¿Por qué seguir escribiendo?
Frente a todo esto, la pregunta inevitable es: ¿por qué seguir escribiendo? La respuesta es personal, íntima, y a menudo contradictoria. Algunos lo hacen porque no pueden evitarlo. Otros, porque escribir les da sentido, aunque no dé dinero. También están quienes creen que, en algún momento, algo cambiará. Y están quienes escriben para unos pocos lectores, sabiendo que esos pocos son suficientes.
Vivir de la escritura puede ser una utopía, pero escribir sigue siendo un acto profundamente valioso, incluso cuando no da frutos tangibles. Porque, en el fondo, escribir es también resistir: al olvido, al ruido, a la velocidad del mundo. Es afirmar que las palabras importan. Que contar historias —propias, ficticias, reales o imaginadas— sigue siendo una forma de cambiar algo, aunque sea en un puñado de personas.
Publicar y vivir de la escritura es, sin duda, una empresa ardua. Exige no solo talento, sino una mezcla improbable de perseverancia, estrategia, suerte y respaldo. Pero eso no le resta valor a quienes, sabiendo todo esto, siguen apostando por la palabra. Quizá la recompensa no sea un contrato editorial ni un best seller. Quizá sea algo más sutil: una carta de un lector desconocido, una frase que queda en la memoria, una pequeña verdad dicha al mundo.
Porque, al final, escribir no es solo un oficio. Es una forma de estar en el mundo.
Autora: Rocío Guijarro
Redes sociales: @_rocioguijarro // @librosporvivir
Biografía: Rocío Guijarro, graduada en Lenguas Modernas, Cultura y Comunicación con Máster en Literatura Hispánica. Actualmente soy Consultora SEO y redactora de contenidos con mi empresa Rocío SEO. He creado el proyecto Libros por vivir, en el que intento ayudar a nuevos autores para que consigan más visibilidad y más lectores puedan conocer sus obras.
Desde el equipo de administración agradecemos profundamente la colaboración de Rocío.
2 respuestas
Doy las gracias por todas las publicaciones que nos hacéis llegar. Como siempre, pienso que leer te engrandece y te entretiene, te sumerge en cada historia, gracias
Sin vosotros esto no tendría sentido. Gracias