Madeleine y el sex shop

Pues sí, habéis leído bien. A mí también se me quedaron los ojos como platos cuando mi oncóloga me mandó al sex shop, pero os lo contaré más adelante.

La naturaleza es sabia y el cuerpo humano también.

Oyendo una conferencia de la neurocientífica Dra. Nazareth Castellanos  www.nazarethcastellanos.com: Postura y cerebro, Chikung (QiGong), entre otras informaciones muy interesantes, se refería a que nuestro cuerpo sabe lo que la mente aún no se ha dado cuenta.

Trasladando dicha frase a la situación que vivimos las personas que estamos pasando por un proceso oncológico, bien es cierto que, el día a día, lo mires por donde lo mires, es duro. Tanto como los síntomas por los que vas pasando, como por las secuelas —que dicen— son temporales y con las que debemos lidiar las 24horas de un día y otro.

Mantener cuerpo y mente lo más saludable posible es una tarea ardua que cada persona procura sobrellevar según las fuerza física y mental que haya trabajado. Va por momentos: unos estás más animada o animado que otros; pero pocas opciones se plantean para pasar la situación de la mejor manera posible y, si es necesario, se ha de recurrir a técnicos de la psicología e incluso de la psiquiatría.

Cada persona recibe su tratamiento de quimioterapia como de radioterapia personalizado, pautado según su facultativo oncológico crea conveniente.

No voy a entrar en el tema de las terapias alternativas porque no las conozco lo suficiente para que queden escritas, y estamos hablando de una enfermedad lo suficientemente seria de la que sólo me permito comentar mi experiencia.

Lo que me ha llamado últimamente la atención es que mi cabeza se está poblando del cabello que partió en su momento. Me parece que tiene muchas ganas de salir porque cada día cuento un pelo más, (he de confesarles que me lo rapé cuando empezó a crecer porque añoraba esa pelotita de pin pon tan cómoda. Ahora tengo como una especie de diadema que sobresale del resto de la parte frontal. Se ve que el día que me lo rapé no estuve muy acertada con la maquinilla). Lo más curioso es que, de repente, un día me miro en el espejo y veo algo que me llama la atención. Algo oscuro debajo de la frente y también una sombra alrededor de los ojos. El conjunto resultaba que me habían salido las cejas y las pestañas. Te acercas al espejo para verte con más detenimiento y te preguntas: ¿estos pelillos han encontrado el camino de vuelta? Yo creo que están un poco descentrados y revueltos. Igual también están sorprendidos de volver a ver la luz aunque, por la peligrosidad de tomar el sol en nuestra situación, van a ser elementos aliados de los atardeceres o barquitos de vela bajo la luna.

La fisonomía te va cambiando y te preguntas si eres tú realmente.

Cuando nacemos, incluso tenemos pelo, pero cuando se te cae, eres tú en esencia. Es una parte de tu cuerpo sin aditivos. Tu cabeza al descubierto. Te cambia la mirada. La cara. Las facciones. A veces me he visto como un robot, como si todas las pacientes tuviéramos la misma fisonomía, sin facciones. Rara. Pero siempre guapa, —me dio por ahí—.

Considero que no debemos dejar que nos abata una enfermedad sin luchar contra ella. Al menos tratar de contribuir con los medios que tenemos a nuestro alcance, que es la medicina, y nuestra predisposición a curarnos o al menos a mantenernos vivos el mayor tiempo posible con una buena calidad de vida.

 Hay compañeras que relatan situaciones bastante graves y cada día nos dan una lección de vitalidad. Es en eso en lo que nos debemos de centrar.

Enlazando con lo que les comentaba al principio que “nuestro cuerpo sabe lo que la mente aún no se ha dado cuenta”; ciertos efectos secundarios prolongados están avisando si el tratamiento va bien o es excesivo después de tantas sesiones de quimioterapia. La comunicación entre doctora, en mi caso, y paciente, debe fluir expresando cada síntoma que vamos detectando. La respuesta es inmediata por parte de todo el equipo que está pendiente de nosotros.

Uno de esos síntomas, cuando estás tomando pastillas hormonales es que, si ya has pasado la menopausia, te premian con un bonus para que repitas esos maravillosos momentos de sofocos, dolores articulares y sequedad en las partes bajas.

Como todo se debe comentar, confirmé lo de los sofocos y lo otro.

—¿Tienes sofocos?

—Pues sí —contesté.

—¿Dolores musculares?

—Todos.

Como lo de la sequedad vaginal no lo nombraba, le pregunté por alguna crema específica.

—Ah, pues cualquiera de la farmacia.

—¿Pero alguna en especial? —Quise saber, por si afectaba al tratamiento.

—No, si no hay otros problemas.

Me indicó un par de ellas y añadió:

—Incluso si vas a un sex shop, es más barato y te dan un bote enorme —elevó ambos brazos indicando el tamaño, que me pareció como el de una botella de butano—, elige lo que quieras. El grande te dura más y te sirve también para otros placeres.

… Y así salimos de la consulta… no sé si quiso hacer un chiste o realmente hablaba en serio.

¡Si voy al sex shop ya os lo cuento!

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