Madeleine y el tubo

La amiga de Chano le seguía relatando su proceso de circunstancias vitales diferentes y no pude más que llevarme las manos a la cabeza por lo que me estaba contando.

 —¿Pero te dijo eso?

—Si si, te lo prometo.

Resulta que la llevaron a quirófano para la intervención y parece ser que no le pudieron entubar. Por algún acto reflejo cerró la glotis estando ya anestesiada. La despertaron y  explicaron y los motivos del desestimiento. Ni se le ocurrió pensar en ello, pero al dia siguiente le acompañó una extraña ronquera a la hora de hablar y mucha dificultad para tragar. Pensó, — ¿que clase de tubo habrán utilizado que se ha quedado a espuertas de la garganta?— Instintivamente le vino a la cabeza la imagen de su padre. Éste trabajando en la reparación de una lavadora. Madeleine le había visto muchas veces solucionando cosas que requerían mucha atención. En este caso lo visualizó con sus pantalones grises y camisa de cuadros haciéndose hueco por la parte de atrás de una lavadora intentando encajar el tubo del desagüe. 

Esos tubos grises con plieguecitos que se alargan si lo sujetas por los bordes. Los que, tanto a Chano como a su amiga, les habían servido para jugar cuando entraban en el taller del padre de ésta. A veces lo utilizaban a modo de acordeón porque se dejaba doblar de igual manera. Otras veces, los bordes les hacían heridas en sus dedos porque eran trozos más pequeños, sobrantes de alguna reparación que ya no servían.

—Pues ese tipo de tubo debe ser el que me han puesto, porque me duele la garganta como si mi boca quisiera centrifugar y el tubo no me encajara.—Rió roncamente al ver los ojos de Chano todo lo grandes que le permitían sus agujeros oculares.

—¡Mira que eres exagerada!

—Bueno pues la segunda vez se trataba de dos anestesistas mujeres y me pusieron un aerosol para adormecer la garganta, supongo. Le dieron dos toques. Les pedí que no escatimaran y me dieron otro chorrito más. Esta vez la intervención se pudo realizar con éxito.

 Lo que quiero contarte también es la aventura de la habitación del hospital, pero lo dejaré para otro día pues tengo que beber agua porque me estoy quedando sin voz.

—Oh! tendré que esperar una semanita más. Descansa pues.

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