Desde la era de los tiempos el ser humano ha sentido la necesidad de saber más de lo que su capacidad cognitiva le ha permitido. Se ha querido adelantar en el tiempo a sucesos que no estaban al alcance de su mano y ha recurrido a personas capaces de ver «más allá».

Saber de antemano el resultado de un exámen; saber si se casará, si conseguirá ese trabajo tan anhelado, saber quien le está echando mal de ojo, si se curará de una enfermedad grave, si le tocará la lotería, si aprobará las oposiciones, etc.

Y siempre hemos encontrado programas de televisión que a través de una simple llamada de teléfono — que siempre  comunica, por cierto—,

A veces indicando el precio por minuto, o tal vez no; consiguen que las personas más vulnerables lleguen a gastarse mucho dinero sin obtener resultados demasiado creibles.

Vivimos en un mundo donde la premura no deja espacio a la reflexión. Nuestro día a día se merece unos  minutos para tomar aliento y guiar nuestros pasos hacia donde guardamos los sueños.

Los deseos que nacen del corazón no necesitan que los oídos se regalen a costa de monedero.

¿Y ahora me vas a contar que no conoces a nadie que haya buscado a un pitoniso o pitonisa alguna vez en su vida?

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