Este tipo de actividad se está convirtiendo en una notícia más en el cúmulo de despropósitos que oímos cada día.
Lectura rápida en los informativos y después los deportes o la sección de meteorología.
A quién le importa que detrás de un deshaucio se encuentre truncada la vida de una familia tradicional, monoparental o de ancianos que esperaban un final sosegado para los años de su vida que les quedaba en su calendario.
Padres o madres que se han quedado sin recursos para hacer frente a la hipoteca o el alquiler por muy exiguo que esté fuera.
¿Qué puede pasar por la mente de un adolescente que, en vez de salir con sus amigos , tenga que empaquetar sus cosas sin saber dónde va a vivir?
El niño o la niña que, de no ser por la angustia evidente de sus progenitores, lo tomaría por un simple cambio de casa. Distintas visiones de una misma realidad.
Los ancianos. Toda su vida borrada en unos segundos y pensando que mejor sería tener una muerte digna que pasar por ese trance.
Me pregunto si nadie se acuerda cuando las mismas sucursales bancarias te llamaban casi al timbre de casa para ofrecerte opíparas oportunidades para adquirir nuevas construcciones, muebles de primera mano e incluso un coche aunque al tuyo todavía le quedarán unos cuantos años. Y que no nos preocupáramos que lo del crédito no iba a suponer ningún riesgo.
Somos simples marionetas de una macroeconomía que sólo va de números. No de personas ni de sentimientos.
Así como la Rueda de la Vida tiene diseñado nuestro destino. El mundo gira de manera que lo que antes desprecíabamos, ahora lo valoramos.
Han vuelto las modistas para arreglar las ropas que antes deshechábamos. Los técnicos que reparan nuestros electrodomésticos. Nos enseñan a cocinar para aprovechar cada bocado.y tantas cosas que nos obligaron a olvidar.
¿Dónde nos encontramos? ¿Estaremos dispuestos a que, de manera consciente, hagamos un pacto personal y social para poder seguir adelante?
El caso de los «ocupas» lo veremos en otro momento.